El otro día recogí unas hojas de otoño del suelo, en la plaza del pueblo. Allí hay unos árboles enormes que dan sombra y, como es temporada de otoño, estaban dejando caer su vestuario.
Me llevé unas cuantas hojas secas, rojas y algo arrugadas. Elegí una en especial, la miré un rato como si fuera a contarme algo importante, pero no dijo nada. Así que la pinté con acuarela.
La hoja original está seca, pero en la pintura intento que parezca que sigue viva. No sé si lo he conseguido, pero al menos ahora tiene dos versiones: la hoja seca de otoño y su retrato en acuarela.
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