Estamos en octubre, ese mes en el que los comercios aún dudan entre poner esqueletos o bolas de Navidad. Y yo, lejos de dejarme llevar por el calendario oficial del consumismo, he decidido adelantarme a las fiestas con una actividad: hacer etiquetas navideñas a mano.
Sí, etiquetas. Esas pequeñas piezas de papel que nadie valora demasiado hasta que ve una bonita, y entonces suelta un “¡Uy, qué mona!”. Pues bien, las mías no solo son monas 😉, sino
que están pintadas con motivos naturales en acuarela: un trabajo que requiere más paciencia que talento, aunque conviene tener un poco de ambos, no nos vamos a engañar.
El proceso ha sido, como suele ocurrir, una combinación bastante entretenida de orden y caos. Porque una cosa es saber manejar la acuarela, y otra es que el papel tenga el mismo plan que tú.
Pero bueno, entre manchas controladas y alguna que otra hoja que decidió seguir su propio camino artístico, las etiquetas han ido tomando forma.
Y al final, ahí están: mis etiquetas. Pequeñas, imperfectas y, sin embargo, con ese algo que tienen las cosas hechas a mano.
Y aunque todavía falten semanas, yo ya tengo parte del trabajo hecho.
Ahora solo falta que no las pierda antes de diciembre.
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